La verdad es que no presenta grandes diferencias con su
disco de debut, El fin del mundo en mapas.
De hecho, sigue bastante sus pasos: la canción más yeyé (Volverás, equivalente
a Cambiada en su primer trabajo), las
que son más ochenteras - noventeras, las letras de amor, desamor, recuerdos
postadolescentes, las melodías pop bonitas, las letras como punto fuerte, aquí
menos crípticas que en el trabajo anterior. Maronda siguen sin inventar nada,
su propuesta es sencilla, no hay más que pop con un montón de influencias
ordenada y bellamente colocadas. Tiene algunos hits claros, como el single o Hable
con ella, El ruido eterno o La cristiandad (que sería la equivalente
a La campiña, una de mis favoritas de El fin…) y otro puñado de canciones
a destacar.
Pero a lo mejor por todo eso, su música me parece un pequeño
oasis dentro del panorama nacional. Demasiado normales para estar de moda en
ciertos círculos, demasiado poco dados al ruido para otros, “ilustrados” o
raritos para el grueso de la música de la radio comercial. Precisamente hace
unas décadas algunas de sus canciones podrían haber sonado perfectamente en
aquellas radiofórmulas que sí tenían espacio para grupos como La Granja o la
movida más interesante y menos hortera. Quizás Maronda vienen a cubrir un poco
ese hueco, el de la música indie que sin bajar el nivel de calidad puede ser
atractiva para un público más mayoritario.
Apetece encontrarse un disco así, sencillo y bonito, que va
calando y que te haces tuyo. Un disco atemporal al que poder volver siempre. Sólo le
pongo dos pegas: Los últimos días de Arcadia se hace demasiado larga a pesar de
tener potencial para ser una canción redonda y la machacona intro de El pájaro cuco y la muerte me
recuerda tanto a La Habitación Roja más aburrida que me obliga a saltar a la canción siguiente. Por lo demás, de mis discos favoritos de este
año.
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