jueves, 9 de agosto de 2012

EXTRA: Corre, Eva, Corre!



Un día, como Forrest Gump, me levanté del sofá y comencé  correr. Sólo que yo no llegué muy lejos, para ser exactos creo que no pude ni completar un kilómetro sin creer morir. Muerte entre las flores (del parque). Mis condiciones físicas no son las mejores del mundo y mi resistencia cardiorespiratoria dejaba mucho que desear. Pero, a pesar de todo, seguí. 

No voy a hablaros de planes de entrenamiento ni dietas ni nada de eso, ni soy experta ni sigo ninguno. Sólo quiero compartir con vosotros la extraña experiencia de correr. Una versión ultramodesta de De qué hablo cuando hablo de correr de Haruki Murakami, libro que no he leído como tampoco mis entrenamientos se asemejan a los suyos. Al menos no todavía, quien sabe, porque esto de correr es una especie de droga. 

¿Por qué corres Forrest? ¿Es por el hambre en el mundo? ¿Por la paz mundial?
Yo corro porque alguien me animó a hacerlo y porque otros se rieron de mi cuando sólo era capaz de correr 5 minutos con un esfuerzo más que importante. Corro porque tras esos 5 minutos llegaron unos más, y otros más, y unos cuantos más todavía. Porque, en definitiva, es una lucha contra uno mismo en la que se suele ganar. Ves los progresos y eso, amigos, mola. Mola mucho. Siempre pensé que era mala en deportes pero creo que no lo era tanto: era sólo que nunca lo intenté. 

Confieso que me gusta correr porque mientras lo hago no tengo que escuchar a nadie (creo que es una de las frases de Murakami, que me apropio porque me parece acertadísima). Me gusta estar sola con mi música (los discos que más me han acompañado han sido los últimos de Mishima y Templeton), con mis zapatillas, con mi sudor. Me gusta estar sola incluso cuando el parque está abarrotado. Y si estoy sola del todo, como estos días en que he salido a las seis de la mañana, es todavía mejor. 

Corro porque cuando pienso que no puedo más me digo venga, unos metros más, y los metros a veces se hacen kilómetros. Porque la satisfacción de superar tu marca es tan enorme que el día que hice 8 kilómetros, para muchos una distancia ridícula (Forrest!) pero para mi importante, me puse a reir yo sola frente a los horribles edificios de Fontsanta. 

Supongo que corro porque nunca creí que fuera capaz de hacerlo, y ahora que veo que sí, me siento un poco poderosa. Seguramente sea debido a la liberación de endorfinas, pero esa sensación de poder y de venganza del pasado es insuperable. 

 

jueves, 2 de agosto de 2012

FLORA: Digamos sí a las semillas



Según Joan Bordas, veterano maestro jardinero de tradición familiar (su garden de Gavà es una maravilla y además de vender una gran variedad de plantas se dedica a hacer divulgación sobre jardinería de manera prácticamente altruista), una de las asignaturas pendientes de Catalunya y España es el uso de semillas. El cultivo de plantas mediante semillas está mucho más arraigado en otros países, cuando aquí todavía preferimos comprar la planta crecida y, si puede ser, florida. Para el sr. Bordas esto es un error, porque la práctica de la jardinería mediante semillas es mucho más barata, sostenible y consigue plantas más fuertes, además de resultar más emocionante y educativa. 
Mi experiencia en el uso de semillas es limitada y no siempre satisfactoria. Comencé plantado capuchinas, una planta fácil de semilla grande. Y sí, prosperaron la mayoría de semillas plantadas, pero sufrió una plaga que no le dio ni tregua ni flores. La caléndula sí llegó a florecer, pero su vida fue efímera y no lució mucho durante ella. Esta primavera he plantado petunias y zinias. También lo intenté con menta, pero aquí fracasé totalmente. Este año he utilizado semilleros de turba, aunque no controlé cuestiones como temperatura ni humedad: los coloqué en el exterior, protegidos de un sol directo, a merced de los caprichos del clima mediterráneo. 
Las petunias me han sorprendido gratamente: muchas semillas se han convertido en planta. En súper plantas, para ser exactos. La jardinera que tengo en el balcón está espectacular y colmada de flores. Sus dos únicas pegas son que necesitan mucho agua en verano durante la floración y que son plantas anuales. 
Las zinias me han hecho sufrir más, aunque han acabado creciendo y floreciendo, tomándose su debido (mucho) tiempo. Una la mezclé en la jardinera de las petunias y sorprendentemente es la que ha crecido más fuerte. Las otras las he sometido al sol directo de mediodía y creo que eso las hace sufrir un poco, pero también han llegado a florecer y ahora ya parecen más fuertes. 
Así que haced caso al sr. Bordas: sembrad semillas, es una aventura que no sabes muy bien como acaba pero divertida y barata (una bolsa trae un montón que se pueden intercambiar con los amigos). Aunque dejadlo para el otoño, con semillas para esa estación, claro, porque los rigores del agosto aquí no perdonan nada más que a los cactus y suculentas.