El diluvio cayendo sobre Jökulsarlon
Una de las lenguas del glaciar
Y luego están las cascadas. Oh, las cascadas. Es como volver
a tener 10 años, a querer mojarte bajo la lluvia. Es flipar. Los caballos que
pastan cerca parecen ajenos al ruido ensordecedor y atrayente de Skógarfoss,
que llama como las sirenas a los marineros. A ver cuánto más cerca de la
cascada puedes llegar. Ánimo valiente. Seljalandsfoss no es tan brutal, pero es
como una atracción de parque temático: puedes pasar por detrás de ella y casi
tocarla, y hasta olerla. Y todas las pequeñas cascadas que se ven desde la
ventanilla del coche.
Detrás de la cortina de agua de Seljalandsfoss
Skógarfoss, la cascada más espectacular de Islandia
Desde luego, tenéis que ir al sur. De esta ruta no quiero
dejar fuera la playa de Reynisfjara, negra y salvaje, con sus columnas de
basalto entrando al mar y los graciosos frailecillos que vuelan torpes hacia el
mar. Coged una piedra, sólo una, no seáis avariciosos, de recuerdo y escuchad
el rumor del oleaje en toda la soledad que el grupo de turistas os permita.
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