Efectivamente, Reykjavik mola. Hay turistas que no quieren
pasar en ella ni una hora, una elección claramente errónea. Es preciso pasear
por ella, y cuando hablo de ella quiero decir principalmente centro, y fijarse
en cada detalle. A mi hacerlo me hizo pensar mucho en lo habitualmente gris de
nuestras ciudades, en la homogeneización, la frialdad y sí, la cutrez que
muchas veces se da aquí. Me pareció ordenada y caótica a la vez, colorista en
medio del frío, alegre, tranquila, creativa, colaborativa, libre. Sí, mi visión
de 4 días, limitada desde luego, pero creada a golpe de ver espacios públicos
llenos de vida gracias a la intervención ciudadana y respetuosa, incluso
artística; de patios traseros llenos de flores y mobiliario de jardín
discordante entre sí y que nadie piensa en robar; de intuir un respeto por el
medio ambiente, por la identidad nacional (yo, que no soy nada patriota porque
a menudo no me gusta la manera en que se manifiesta ese patriotismo); de ver un
amor por las cosas hechas a mano (oh, la lana y esos jerséis!) y por la
cultura; de ver unos ciudadanos islandeses que harán combinaciones estéticas
imposibles, pero maravillosas. Repito que Reykjavik mola tal y como uno se lo
había imaginado tras escuchar a Sigur Ros, Björk, Mugison y Of monsters and
men.
Mi estancia en Reykjavik coincidió con la celebración del
Menningarnott, con multitud de
conciertos callejeros y yard sales, y de la maratón, así que tuve la suerte de
disfrutar de posiblemente el día más animado del año en la capital (con permiso
de los días en que se celebra el Iceland Airwaves). Si os han dicho que hay un
montón de tiendas bonitas, sí, las hay, pero también os habrán hablado de sus
altos precios. Y por su puesto os habrán recomendado su ruta nocturna de bares,
encabezada por el Kaffibarinn. Y sus cafés. Yo me quedo con C is for cookie, un
sitio super bonito con tapetes de ganchillo en las mesas donde comer un rico
sándwich o un trozo de pastel, y con Kaffismidja, siempre lleno, con un café
muy rico, decoración igual de bonita y música ambiental de su colección de
vinilos. ¡Ah! Y para sentiros como en casa, alojaos en Our House, un hostel
acogedor, bonito y con mucho encanto en pleno centro.
Espacio común junto a C is for cookie
Concierto junto al auditorio Harpa
Otra actuación del Menningarnott
La mítica tienda de discos 12 Tónar
La plaza de los guays, según Joaquín. Otro espacio colectivo en el centro
C is for cookie
Our house
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